Me encanta ver tu sonrisa, me encantan esas miradas penetrantes y cómplices que nos echamos. Cambiaría todo el tiempo del mundo por una hora contigo. En esa hora el tiempo se pararía y correríamos hacia el fin del mundo y saltaríamos hasta tocar las estrellas. Nada ni nadie importaría solos tu y yo en un mundo perfecto donde las flores nos ofrecerían sus más bellos pétalos donde sus árboles se inclinarían a nuestro paso y la verde hierba crearía una preciosa alfombra por donde caminar hacía lugares verdaderamente desconocidos.
Mientras escribo observo como la pluma se va quedando sin tinta como si fuera una vela que está a punto de consumirse. Lástima que ésta carta llegue tan tarde y tal vez ni siquiera llegue a caer en tus manos, o quizás si. Un reflejo de lo que pudo ser y no fue, un reflejo de la amarga melancolía que por momentos empieza a consumirme.
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